Exámenes de ADN ayudan a la lucha contra el tráfico de especies

Para aprender de nuestros loros

Exámenes de ADN ayudan a la lucha contra el tráfico de especies

«El trafico ilegal amenaza la supervivencia de muchas especies silvestres, y la ciencia forense molecular puede esclarecer diversas preguntas planteadas durante la investigación de casos de comercio ilegal. Entre estas preguntas está la identidad de las especies implicadas […] Estos datos pueden ser utilizados para construir un caso legal más fuerte, para diseñar estrategias de lucha contra la caza furtiva de especies específicas y demostrar cómo el análisis de secuencias de ADN para la identificación de especies de aves es una herramienta poderosa de conservación.»

En el año 2003, João Miguel Folgosa escondió cuidadosamente 58 huevos debajo de su camisa, usando envoltorios de papel y calcetines de nylon. Intentó pasar las aduanas del Aeropuerto Internacional Gilberto Freyre en Brasil, dirigiéndose a Lisboa, Portugal. Las autoridades aduanales le reconocieron como el líder de una banda internacional de tráfico ilegal de especies silvestres y lo detuvieron. Folgosa dijo entonces que cargaba huevos de codorniz, pero las autoridades sospechaban que llevaba huevos de pericos, para el mercado negro de mascotas exóticas. Pero no hubo forma de comprobarlo, ya que los huevos nunca eclosionaron. Folgosa tuvo que ser liberado días después a causa de esto.

La industria del tráfico ilegal de especies genera unos 2 billones de dólares al año, de acuerdo al Instituto Ambiental y Recursos Naturales Renovables de Brasil. Las aves son especialmente vulnerables en este caso y los pericos están en el número uno de esa lista de especies amenazadas, por la gran demanda de ellos para el mercado de mascotas.

Cristina Miyaki, bióloga de la Universidad de São Paulo en Brazil, escuchó del caso Folgosa, y decidió que había una forma de solucionar el problema de los agentes aduanales y capturar a los traficantes. Para ello sus colegas y ella han publicado dos artículos que pueden ayudar a resolver los casos de tráfico y diseñar mejores estrategias de conservación en Brasil y otros países.

El caso Folgosa nos enseña que identificar a simple vista la vida silvestre que es confiscada no es fácil. Muchos traficantes transportan huevos o polluelos de ave y es difícil determinar las especies sólo con verlas. Miyaki y su equipo usó pruebas genéticas como método de identificación en los 58 huevos confiscados a Folgosa en 2003, buscando secuencias de ADN que codifican una parte del ribosoma, la fábrica de producción de proteínas de la célula. Esta secuencia es específica a cada especie de ave. Pasaron años secuenciando las marcas específicad de otras especies, como los genes mitocondriales, que pudieran sostener su trabajo completo y finalmente los compararon con una gran base de datos de ADN de aves silvestres, para encontrar coincidencias.

Los resultados, que aparecieron en el mes de agosto de este año en Journal of Heredity, confirmaron lo que las autoridades temían en el año 2003: 57 embriones pertenecían a pericos silvestres y uno era de un búho. «Usar exámenes de ADN como estos para identificar a los animales confiscados tan pronto como se pueda puede ayudar a las autoridades a establecer casos criminales más fuertes contra los traficantes» dice Miyaki. Desafortunadamente fue demasiado tarde para perseguir a Folgosa basado en los resultados de Miyaki, aunque estos resultados nos pueden ayudar a nuevos casos de tráfico en un futuro, pues sienta los precedentes necesarios. La mayoría de los embriones confiscados pertenecían a pericos de cara amarilla (Alipiopsitta xanthops), aunque también había guacamaya azul y oro (Ara ararauna) y perico frente azul (Amazona aestiva), por lo que se induce que es una especie común para el tráfico, información que puede usarse por la policía para desarrollar planes de protección enfocados a estas aves.

Tristemente, a historia de aves traficadas no siempre termina en huevos confiscados. Cuando las aves son decomisadas, los científicos y policía esperan poder liberarlas en su ambiente natural, pero muchas veces son incautadas muy lejos de su hábitat y no queda claro de donde son. «El problema más grande es liberar animales del que desconocemos su origen. Pueden portar enfermedades, ser especie invasora, irrumpir en el ciclo reproductivo de las aves locales, o crear híbridos menos capaces de sobrevivir son algunos de los riesgos que corremos al hacer esto», dice Juliana Machado Ferreira, genetista y científica de conservación que dirige una organización anti-tráfico de especies silvestres de São Paulo, llamada Tierra Libre Brasil. Sin la rehabilitación apropiada se liberan prácticamente para morir.
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jacintaLa respuesta de Miyaki a este problema es gracias a la genética de las poblaciones. Ella y sus colegas publicaron otro artículo en esa misma edición del Journal of Heredity sobre las guacamayas jacintas (Anodorhynchus hyacinthinus). “La poca información que tenemos sobre las guacamayas jacintas sugiere que hay 3 poblaciones aisladas en Brasil, una en el norte de la Amazonia, otra en los pastizales del noreste y ptra en el Pantanal, un ára pantanosa que abarca desde los estados centrales de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul”, Miyaki explica. Usando muestras de sangre recolectadas de los guacamayos silvestres, el equipo de Miyaki encontró que el grupo de Pantanal se ha dividido en dos poblaciones genéticamente diferentes, mientras que los grupos del norte y noroeste se han fusionado en uno solo. Los investigadores trabajaron entonces con las autoridades de vida silvestre para determinar la probable fuente de población de los polluelos rescatados recientemente. El traficante capturado decía que los había capturado en el Pantanal, pero los datos genéticos apuntaban a que las aves no eran de ahí, sino de las áreas del norte y noreste. Si este dato es correcto, el traficante estaba de paso por el Pantanal para llegar a la frontera, posiblemente de Bolivia y sacarlos del país. Esta investigación puede ayudar no sólo a regresar a casa a las aves confiscadas, sino que puede arrojar luz sobre las rutas del tráfico en Brasil.

De acuerdo a Machado Ferreira, que no estuvo involucrada en el estudio, el trabajo de Miyaki y su equipo es un excelente ejemplo de cooperación entre científicios y la policía. Pero el trabajo científico no tiene sentido si falta la voluntad de hacer cumplir las leyes y la conciencia del impacto del tráfico. Los crímenes contra la vida silvestre en Brasil son menores y se penan con poco o ningún tiempo en la cárcel. La situación no es mejor en otros países donde hay tráfico ilegal, como México. Los avances científicos pueden asistir a las autoridades a hacer un mejor trabajo, pero no significan que puedan detener el tráfico ilegal. Para lograrlo, se necesita disminuir la demanda.

La mejor forma de ayudar es muy simple: evita comprar pericos en el mercado negro o verifica su legal procedencia con el criadero que escojas para comprarlos.

Science Magazine:
http://news.sciencemag.org/latin-america/2015/08/fighting-wildlife-smuggling-one-dna-test-time

Journal of Heredity
http://jhered.oxfordjournals.org/content/106/S1/560.full

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